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Pablo Picasso, El hombre del violín |
“- No vale la
pena –contestó B…-; da lástima… No sé qué efecto le produciría a usted; a mí me
destroza el corazón. Su vida es una tragedia lamentable… Conozco a fondo a ese
hombre, y aunque ha caído muy bajo, no ha muerto en mí toda mi simpatía hacia
él. Dice usted, Príncipe, que debe de ser muy divertido… (…)
>>Hace
ya varios años que no toca el violín. ¿Sabe usted por qué?... Porque siempre
que toma el arco en su mano, se ve obligado a confesar en su fuero interno que
no es un artista. Pero cuando abandona el arco conserva, al menos, la lejana
ilusión de que no es certero su juicio. Se trata de un soñador. (…) Tiene sed
de gloria. Y cuando un sentimiento semejante se convierte en el móvil principal
y único de un artista, éste deja de serlo, pues ha perdido el principal
instinto artístico, que es amor al arte por el arte, y no por la gloria o por
cualquier otra cosa (…)
>> (…) Es,
en efecto, algo terrible separarse de la idea fija a la cual se ha sacrificado
toda la vida, y cuyo fundamento, por lo mismo, es serio y profundo… Al
principio, su vocación era realmente sincera…”
Fiodor
Dostoyevski, Niétoschka Nezvánova