4 feb 2012

Cosas con las que no se jode



Me indigna enterarme que la DAIA le presenta una demanda al dibujante Gustavo Sala por una tira que publicó Página 12 titulada “David Gueto”. En la misma se ve a un dj (parodia de David Ghetta), yendo de gira por campos los campos de concentración y alentando a los prisioneros a que bailen al ritmo de su música. Hitler, quien se encontraba en el campo de concentración le agradece a Gueto que divierta a los  prisioneros porque “si están relajados, los jabones salen mucho mejor”. En un primer golpe de vista, debo decirlo, la tira no me pareció nada elocuente. No compartí las críticas que  se le habían hecho por antisemita o banalizadora del Holocausto; más bien me pareció un insulto al humor. Sin embargo, conozco el trabajo de Gustavo Sala. El tipo no es de sacar sonrisas fáciles. Su encanto estriba en la reflexión personal que produce la obra y, como toda  reflexión, no es inmediata sino que amerita usar la cabeza. Y eso hice: usé la cabeza y descubrí  el sentido de la tira de Gustavo Sala.
La tira no trata sobre el Holocausto. Lejos está de banalizarlo o de ser antisemita. Ésa es sólo la forma. A esos prisioneros que dibuja Sala los van a hacer jabón y se muestran pesimistas, sin motivos para bailar y divertirse. Saben lo que les espera en las cámaras  de gas. Hitler aparece luego y los manda a bailar, los manda a pasarla bien. Pero no lo hace ordenándolo, imponiendo una situación violenta (como nos imaginamos a los guardias de las SS en los Auschwitz o los Treblinka), sino con dulzura. “Vamos, diviértanse que la vida es corta”, les dice Hitler con una sonrisa en la cara y los prisioneros le responden “Sí, señor Hitler” y bailan al ritmo del DJ Gueto con sonrisas en la cara. ¿No es acaso obvio que esta narración es un paroxismo de algo mucho más actual?
Claro, no tenemos a Hitler con su bigotito mandándonos a divertirnos en un campo de concentración, pero tenemos una televisión, un diario, una radio, una página de internet que nos mandan a hacer marchas pidiendo seguridad porque una nena fue asesinada en Húrlingham o un pibito, en Lincoln. Nos lo dicen con dulzura y casi sin obligación. No nos gritan imperativamente que nos indignemos por lo que pasó pero crean la indignación que debemos sentir. Tenemos una industria  que hace ídolos como salchichas (evocando la  imagen de la escuela en The Wall) y nos  dicen que los tenemos  que  adorar y vamos y lo hacemos (Justin Bieber es el ejemplo más  actual). No  todo es tan liso y llano como el papel con que fue hecha la tira. Saquemos  a los prisioneros y a Hitler y pongamos a las familias que ven a Tinelli frente al televisor y el mensaje es más claro. Pero es demasiado fácil detenerse en la los márgenes del dibujo y decir que Sala es un hijo de puta y un antisemita por dibujar esta tira. Es demasiado conveniente para algunos decir eso y vender eso porque la tira de Sala los ataca a ellos, ataca el consumismo indiscriminado de opinión pública. Y sí, no terminamos hechos jabones como los pobres prisioneros que desfilaban por los campos de muerte, mas sí  convertidos en una masa que se engorda indiscriminadamente con sistema como los pollos en criadero. Es tan loco todo que nos dicen que nos debemos  ofender por la tira de Sala y muchos se ofenden y dicen que “hay cosas con  las que no se jode”. ¿Con qué cosas no se debe joder? ¿Con los nazis? ¿Con el Holocausto? Legitiman por esa opinión pública, que ellos crean y manejan, la censura a la libertad de expresión que tanto dicen defender a ultranza. Y es que el fondo no es el Holocausto (para eso que destruyan a Capusotto  por su Micky Vainilla), sino la denuncia de Sala contra  el arreo de la sociedad por parte de los mass-media; y ésa es una cosa con la que no se debe joder.