26 jul 2012

“Quiero cogerme a un ángel…


… pero se me presentan problemas. Por un lado, los ángeles son alteridades trascendentes. Nos guían en nuestra búsqueda mística del sentido de la vida. Los ángeles nos dan pistas sobre cuál es la verdad realmente verdadera. La experiencia de ver un ángel resulta siempre excedentaria de lo que de ella podamos decir. Reducir al ángel al monólogo del alma consigo misma resulta en la banalización de su calidad de otredad trascendente éticamente primera a mí. En otras palabras, cogerse al ángel implica que éste puede ser manipulado, que yo puedo hacer que él lo que quiera. Y en tanto que es así, de cogérmelo haría que pierda su calidad de divino. Se convertiría en un instrumento que puedo asir con mis manos, negando su trascendencia. ¿Y qué sentido tendría cogerme a un ángel que no es trascendente?
Por otro lado, los ángeles no tienen genitales. ¿Cómo es posible, por lo tanto, el acto sexual? La propia fisonomía del cuerpo del ángel supone un obstáculo extra a la penetración. Si antes debía sólo traspasar las barreras de la trascendencia sin banalizar al ángel –tarea harto dificultosa-, ahora, además, en caso de conseguirlo, tendría que chocar contra un cuerpo sin aristas ni irregularidades donde colocar mi carne toda. ¡Vaya dilema!
Se sucedieron los años sin que mi deseo haya sido satisfecho. Cosa inevitable, pues el deseo, de ser satisfecho, negaría su propia entidad… ¿pero el deseo tiene entidad? ¡Vaya dilema! Yo creo que no. El deseo no es un ente. Si se quiere, es la voluntad… pero siguiendo a Nietzsche concluimos que el deseo puede negarse en la voluntad nihilista. Incluso, querer cogerse a un ángel es de nihilista, porque en su trascendencia y metafísica religiosa buscaría escapar de la verdadera vida, reducida al ego. Igual, Nietzsche me cae mal, así que no le voy a dar bola. Concluyo, por lo tanto, que todo lo que enuncié en este párrafo es al pedo.
Digo entonces que jamás pude cogerme a un ángel. Por mucho que haya intentado, no podía resolver la superación de las dos barreras que se me presentaban –trascendencia y fisonomía-. Cierto día, sin embargo, encontré una salida ad hoc.
El ángel podría practicarme sexo oral, pues los ángeles tienen boca. Nos hablan por la boca. Cuando el ángel se me apareciera para revelarme el sentido de la vida, buscaría sorprenderlo y tapársela con ya saben qué. Mi teoría encontró muchas críticas, pero me encargaré de refutar solamente a las dos que creo fundamentales. La primera sostiene que del pete de ángel resulta la banalización de la alteridad, puesto que al practicármelo, el ángel cae en el polo de lo mismo. A ellos les respondo que, dado que la misión del ángel es la revelación epistémica del sentido de nuestra vida y de la historia, si el sentido de mi vida es cogerme a un ángel manteniendo, a pesar de ello, el respeto a la barrera de la trascendencia, la ayuda que me dé el ángel para lograrlo, en otras palabras la práctica del sexo oral, será una experiencia realmente auténtica. La segunda crítica sostiene que el pete no es sexo. A quienes afirman esto, les señalo simplemente que estoy refiriéndome al sexo en un sentido amplio, conteniendo en su concepto al de juego previo.
Salvadas las problemáticas, busqué encontrarme en un momento de desesperación, pues los ángeles se nos presentan a los hombres en situaciones límites… y así me hice del gobierno de España y el ángel se me apareció y me dijo que me iba a hacer un pete sólo si le recortaba fondos a la previsión social y estiraba la edad de jubilación. Yo agarré viaje. No estuvo tan bueno como esperaba, igual.”*

*Fragmento de Los cuadernos de cárcel en lunfardo de Mariano Rajoy, Crítica, Barcelona, 2012.

18 jul 2012

Una larga respuesta en facebook

A continuación voy a reproducir una respuesta que hice en facebook a un posteo gorila de una conocida mía. El susodicho versaba en una crítica al gobierno de Cristina. Respondí algunas cosas pero, con motivos de ahorro -y porque lo tengo medio abandonado pero sigo siendo el Leviatán de este blog, y por tanto hago lo que se me canta- voy a saltear toda la  discusión y publicar -en un alarde de onanismo- únicamente la última respuesta -esperemos- dé sobre el tema:

4 feb 2012

Cosas con las que no se jode



Me indigna enterarme que la DAIA le presenta una demanda al dibujante Gustavo Sala por una tira que publicó Página 12 titulada “David Gueto”. En la misma se ve a un dj (parodia de David Ghetta), yendo de gira por campos los campos de concentración y alentando a los prisioneros a que bailen al ritmo de su música. Hitler, quien se encontraba en el campo de concentración le agradece a Gueto que divierta a los  prisioneros porque “si están relajados, los jabones salen mucho mejor”. En un primer golpe de vista, debo decirlo, la tira no me pareció nada elocuente. No compartí las críticas que  se le habían hecho por antisemita o banalizadora del Holocausto; más bien me pareció un insulto al humor. Sin embargo, conozco el trabajo de Gustavo Sala. El tipo no es de sacar sonrisas fáciles. Su encanto estriba en la reflexión personal que produce la obra y, como toda  reflexión, no es inmediata sino que amerita usar la cabeza. Y eso hice: usé la cabeza y descubrí  el sentido de la tira de Gustavo Sala.
La tira no trata sobre el Holocausto. Lejos está de banalizarlo o de ser antisemita. Ésa es sólo la forma. A esos prisioneros que dibuja Sala los van a hacer jabón y se muestran pesimistas, sin motivos para bailar y divertirse. Saben lo que les espera en las cámaras  de gas. Hitler aparece luego y los manda a bailar, los manda a pasarla bien. Pero no lo hace ordenándolo, imponiendo una situación violenta (como nos imaginamos a los guardias de las SS en los Auschwitz o los Treblinka), sino con dulzura. “Vamos, diviértanse que la vida es corta”, les dice Hitler con una sonrisa en la cara y los prisioneros le responden “Sí, señor Hitler” y bailan al ritmo del DJ Gueto con sonrisas en la cara. ¿No es acaso obvio que esta narración es un paroxismo de algo mucho más actual?
Claro, no tenemos a Hitler con su bigotito mandándonos a divertirnos en un campo de concentración, pero tenemos una televisión, un diario, una radio, una página de internet que nos mandan a hacer marchas pidiendo seguridad porque una nena fue asesinada en Húrlingham o un pibito, en Lincoln. Nos lo dicen con dulzura y casi sin obligación. No nos gritan imperativamente que nos indignemos por lo que pasó pero crean la indignación que debemos sentir. Tenemos una industria  que hace ídolos como salchichas (evocando la  imagen de la escuela en The Wall) y nos  dicen que los tenemos  que  adorar y vamos y lo hacemos (Justin Bieber es el ejemplo más  actual). No  todo es tan liso y llano como el papel con que fue hecha la tira. Saquemos  a los prisioneros y a Hitler y pongamos a las familias que ven a Tinelli frente al televisor y el mensaje es más claro. Pero es demasiado fácil detenerse en la los márgenes del dibujo y decir que Sala es un hijo de puta y un antisemita por dibujar esta tira. Es demasiado conveniente para algunos decir eso y vender eso porque la tira de Sala los ataca a ellos, ataca el consumismo indiscriminado de opinión pública. Y sí, no terminamos hechos jabones como los pobres prisioneros que desfilaban por los campos de muerte, mas sí  convertidos en una masa que se engorda indiscriminadamente con sistema como los pollos en criadero. Es tan loco todo que nos dicen que nos debemos  ofender por la tira de Sala y muchos se ofenden y dicen que “hay cosas con  las que no se jode”. ¿Con qué cosas no se debe joder? ¿Con los nazis? ¿Con el Holocausto? Legitiman por esa opinión pública, que ellos crean y manejan, la censura a la libertad de expresión que tanto dicen defender a ultranza. Y es que el fondo no es el Holocausto (para eso que destruyan a Capusotto  por su Micky Vainilla), sino la denuncia de Sala contra  el arreo de la sociedad por parte de los mass-media; y ésa es una cosa con la que no se debe joder.