4 jul 2011

Recordando a Estados Unidos en el día de su independencia

Leyendo discursos de la época del peronismo clásico encontré éste,  enunciado por el diputado nacional Luis Atala en 1952 con motivo de la discusión sobre el proyecto de ley de erección de un monumento de bronce a Eva Perón en vida (ley 14.124), y me pareció interesante transcribir con motivo del aniversario de la Independencia de los Estados Unidos:


Señor presidente: Señor presidente, señores diputados: el proyecto que sin duda alguna habrá de aprobar esta Honorable Cámara, haciéndose intérprete del expreso mandato popular, que reclama la perpetuación en el bronce y en el mármol de la figura extraordinaria de Eva Perón, me da oportunidad de elevar mi voz en este recinto y en este momento histórico de la justiciera consagración de la mujer argentina insigne que ha levantado por encima de los pendones victoriosos de nuestra revolución nacional, la blanca enseña de su amor universal e infinito hacia todos los que padecen sed de hambre y de justicia, de hermandad, de paz, de solidaridad, expandiéndose por sobre las fronteras nativas como una mensajera de esperanza para un mundo desolado y atormentado en el bárbaro encontronazo entre dos regímenes igualmente opresivos de la dignidad humana. Eva Perón, honra y prez de su pueblo, al igual que todos los visionarios que abrazan la augusta tarea misional, es objeto –paralelamente a la exaltación que le hacen las masas populares agradecidas y redimidas por su evangelio-, de las interpretaciones miserables y tortuosas, de la perfidia y del odio de los que sienten tambalear su trono de barro y de oro al simple sonido de su suave voz, que habla a los humildes, a los desposeídos, a los desamparados, a los tristes, a los oprimidos y a los que esperan; su voz tierna y cálida que repite las palabras eternas del Sermón de la Montaña, que se escuchan, por sobre el tumulto  de los aprestos bélicos, del tronar de los cañones y de las vociferaciones de odio que resuenan siniestramente en este mundo convulso y aterrado.
Como en otras épocas lejanas, los jerarcas y los cónsules del imperio del oro y de la fuerza tratan de acallar las palabras redentoras que en la parte austral de la América Latina han surgido en boca de una sincera mujer argentina predestinada para una misión superior.
Un libro, señor presidente y señores diputados; unas páginas que hablan de amor, de fe en los destinos elevados del hombre, que dicen de las preocupaciones nobles de una noble mujer, que reflejan las sencillas y grandes aspiraciones de bienestar y justicia para sus hermanos y que contienen las claras enunciaciones de la verdad argentina. Un libro en el que cada palabra está iluminada de verdad, de comprensión; en el que se expresan las ansias, las inquietudes de un alma superior; en el que se dice con ternura el mensaje que llega al corazón y que canta a la libertad, a la paz y al trabajo; un libro que es la confesión de un alma desgarrada y sangrante de piedad y de amor, y que es como una antorcha encendida en medio de las tinieblas; un libro que es, señor presidente, el resumen emocionado de una alta misión y la limpia exposición de la razón de la vida noble, vertical y trascendente de Eva Perón; ese libro, revelador de claridad y contenido evangélico, ha sido prohibido en los Estados Unido, presunto reducto de la libertad y autoproclamado campeón de un mundo mejor, defensor de pueblos esclavizados y sostenedor de la política de buena vecindad.
Mientras en todos los países del mundo que no tienen bombas atómicas amenazantes ni dólares corruptores, que no elaboran sutiles artilugios de penetración imperialista ni aplican planes de reactivación económica en otras naciones, este libro circula libremente; mientras en numerosos pueblos leen en lenguas extrañas sus páginas luminosas y por todos los ámbitos de la tierra se oye el mensaje liberador del justicialismo argentino por boca de una mujer que proclama sin artificiosos esfuerzos dialécticos las razones de su vida ejemplar, rectora, esclarecedora, hay un pueblo, un gran pueblo hermano, al que le ha sido negado, que no puede leerlo, ni analizar, ni escuchar la voz de esta humilde y grande mujer argentina.
¿Qué extraño poder amenazante para el pueblo americano tiene La Razón de mi Vida, de Eva Perón, para ser objeto de la prohibición que, sin duda, dejará perplejos y confundidos a todos los hombres libres del mundo? ¿Cómo es que en aquella nación, cuyos gobernantes hablan tanto de la libertad, no existe libertad para un libro argentino? ¿A qué se debe que los millones de habitantes del país más rico de la tierra en bines materiales; que tiene a sus puertas como símbolo una gigantesca estatua de la Libertad, no tienen la libertad de oír las razones de la vida de Eva Perón? ¿Por qué en ese país, en el cual altos dignatarios de su plutocracia difunden profusamente su palabra y su figura por medio de fantásticas cadenas periodísticas, por películas cinematográficas que recorren todas las vías y caminos de la tierra a través de una organización tentacular o por los infinitos senderos etéreos de la radiodifusión, no puede andar el libro pequeño que habla de la grandeza de un alma profundamente cristiana, realmente cristiana, en pensamiento, su acción y su obra? ¿Por qué los pobres y los desposeídos –que también los hay en el país más rico del mundo- no pueden saber del mensaje de esperanza que para todos los desposeídos y los pobres del mundo hay en el libro de Eva Perón, ni los obreros de la prodigiosa industria norteamericana, ni los campesinos del inmenso territorio nacional de Washington y Lincoln, pueden enterarse de cómo los trabajadores de la ciudad y del campo de la patria de San Martín y Belgrano están siendo liberados y dignificados por la doctrina justa y humana de Juan Perón y Eva Perón?
Causa asombro la crudeza de esta medida absoluta por ser adoptada por los césares del capitalismo que gobiernan al gran pueblo hermano del norte de América. Y alegra también a todos los argentinos y a todos los americanos que tenemos el orgullo de estar embanderados en la misión magnífica del justicialismo peronista, porque en la prohibición de La Razón de mi Vida, de Eva Perón, está implícito y explícito el reconocimiento de la grandeza de la doctrina universal de la Nueva Argentina y de la trascendentalidad de sus postulaciones en pro de una auténtica libertad, de una verdadera justicia, de una sincera fraternidad contenidas en las páginas del libro de la maravillosa mujer que rige espiritualmente a su nación. Este libro, de pequeño volumen, ha atemorizado a los caciques del capitalismo dominador de medio mundo y los ha obligado a exhibirse en toda su patética y miserable desnudez multimillonaria. Las páginas del libro de una mujer argentina han bastado para asustar a los dueños todopoderosos de un área económica fantástica que aplasta a millones de seres humanos con su egoísmo y con su soberbia. La Razón de mi Vida, de Eva Perón, es una peligrosa amenaza a la estabilidad de un régimen prepotente y absolutista porque proclama, señor presidente, las verdades avasalladoras del peronismo liberador de la esclavitud del hombre por el hombre, esclarecedor del derecho a la autodeterminación de los pueblos y del respeto a sus voluntades soberanas, porque expresa su rebeldía hacia los imperialismos del capitalismo y del comunismo, y porque proclama para el hombre el valor supremo de la unidad.
Porque es todo eso y mucho más que no es menester repetir porque está en la mente y los corazones de los ahombres que luchan y ansían un mundo mejor, las doctrinas del peronismo y La Razón de mi Vida están prohibidos en Norteamérica.
Si le faltara a La Razón de mi Vida, de Eva Perón, el espaldarazo consagratorio a su grandeza y trascendencia, a su significación como expresión de la nueva conciencia universal que se está elaborando en esta parte del mundo, se lo ha dado con su prohibición el capitalismo deshumanizado que desde los sombríos edificios de Wall Street rige los destinos del pueblo hermano de la América del Norte y pretende sojuzgar los de América Latina y los del pueblo entero.
Señor presidente: en este momento en que la Cámara popular se apuesta a dictar la medida que concretará en los mármoles y en los bronces el monumento que ya tiene Eva Perón en el corazón de todos los argentinos de hoy y las generaciones venideras, la torpe disposición prohibitiva a que me he referido viene a reafirmar con impensada elocuencia la magnitud del pensamiento y de la obra de la jefa espiritual de la Nación.
El veto de los magnates del capitalismo inhumano y prepotente servirá como un ladrillo más en los basamentos de las estatuas que el amor y la gratitud del pueblo argentino levantarán de hoy en más a Eva Perón a lo largo y a lo ancho de su tierra natal y de las que en un tiempo no lejano se alzarán en los pueblos redimidos del mundo, cuando haya triunfado universalmente la doctrina del Justicialismo creada por Juan Perón, conductor insigne de su pueblo, libertador económico de la República y dos veces presidente de la Nación, alentado por Eva Perón, inspiradora de la Nueva Argentina, abanderada de los trabajadores, numen espiritual de la Patria y ejemplo estupendo para América y para el mundo
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Fuente: Eva Perón en el Bronce, Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación, Buenos Aires, pp. 29-34.

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