Estimada Bertha
Pappenheim:
No he tenido tiempo de responder
su carta por una serie de contingencias espacio-temporales que me han impedido
mi libre albedrío y el cometido que estaba dispuesto a afrontar cuando todo
esto comenzó. A pesar de ello, no obvié que debía dar cuentas de mi valor
publicándola en este blog, espacio personal donde desempeño mi exitosa carrera
de escritor, y eso hice el día 19/10/2011. En dicha carta usted me acusaba
–debo decirlo- falsamente de “cerdo machista” y demás agravios que considero
que reproducirlos es redundar sobre banalidades (invito cordialmente, por otro
lado, a cualquiera a que lea dicha carta cuyo enlace publiqué más arriba).
Ahora bien, no sería propio de mí dejar pasar la oportunidad de dar mi versión
de los hechos y eso haré a continuación no sólo porque con ello garantizaré la
limpieza de mi nombre sino además porque éste es mi blog y escribo lo que se me
da la gana.
Acerca de los testimonios
expuestos:
Usted en su carta expuso como prueba 4 testimonios de mujeres a las que hube disparado intencionalidad en su momento y que luego ellas confesaron que yo las hube acosado de alguna manera. Todos los relatos son de una fuerza y conmoción muy grande. Sin embargo, quiero que quede claro, todos esos testimonios son distorsiones de lo que realmente hubo ocurrido. De ninguna manera los sucesos fueron tal cual ellas explican. Por ese motivo, expresaré mi posición y expondré mi experiencia en la mundanidad junto a las 2 primeras (las dos últimas mujeres presentan testimonios muy ambiguos y, por lo tanto, no puedo reconocerlas en mi memoria). En dichas versiones propias de los hechos, aclararé de antemano que no daré nombres propios de las mujeres que participaron activamente testimoniando para ustedes porque, si bien las hube reconocido instantáneamente, desde la Grigori Zinóviev optaron por ocultar las identidades de ellas y yo haré lo mismo por una cuestión ética.
Versión alternativa del Primer
Testimonio: recuerdo a un grupo de chicas sentadas en ronda en el campus de
la universidad tomando mate. Por esos días encontrábame yo leyendo Michel Henry
pues se aproximaba la fecha del examen. No todos ustedes me conocen en persona,
pero cuando estoy en los albores de los exámenes tengo en mí una gran tensión.
Las chicas se acercaron hacia mí. He aquí el primer error en el testimonio de
la chica: yo no me acerqué a la ronda sino que la ronda se acercó hacia mí.
Como verán, desde un principio el testimonio distorsiona cruelmente la
realidad. Ellas comenzaron a hablarme. Me preguntaron qué estaba leyendo. Les
respondí que había estado leyendo Michel Henry hasta que ellas me hubieron distraído.
Ellas se sorprendieron y dijeron que no conocían al autor. Luego me ofrecieron
un mate y yo lo acepté. He aquí el segundo error en el testimonio: yo no les
pedí un mate, ellas me lo ofrecieron. Luego de beber el mate, ellas me dijeron
que estaban leyendo las Meditaciones
Metafísicas y las estaban comentando porque se les venía encima el parcial
de Metafísica. He aquí el tercer error: yo no les pregunté qué era lo que
estaban haciendo, ellas me lo dijeron por cuenta propia. Ellas me preguntaron
si sabía algo de las pruebas de la existencia de Dios que, sabemos todos, se
encuentran en la “Meditación tercera” y la “Meditación Quinta”. Entonces les
respondí que “la existencia de Dios no tiene por qué ser probada”. Claro,
sucede que estaba leyendo a Michel Henry y el rescata más la noción de ego cogito cartesiano que figura en la
“Meditación Segunda” y la inmanencia afectiva y no, por el contrario, la
existencia de Dios. Ellas se quedaron impresionadas. Luego, para romper con el
momento tenso de atención a mis explicaciones, afirmé que “Descartes era puto”.
Todos reímos. He aquí el cuarto error: ellas no estaban asustadas de ese
comentario sino que lo tomaron con gracia, puesto que con humor fue hecho.
Luego de un pequeño lapso de silencio, les pregunté a todas si a alguna le
interesaba hacerme “un petiso” porque de esa manera podría yo liberar toda la tensión
existente en mi cuerpo, ésa a la que me hube referido al comienzo de esta
versión de los hechos. Ellas, con mucha tranquilidad, me negaron la
posibilidad. Entonces me fui tranquilo de aquella ronda para continuar leyendo.
He allí el quinto error del testimonio: yo no lancé improperios a ellas a los
gritos; a lo sumo habré insultado en voz baja, no lo recuerdo.
Podemos apreciar a partir de mi
testimonio que los datos recabados por la Grigori Zinóviev están muy alejados
de ser verídicos. Lo único que quieren es ensuciar mi reputación afirmando que
me meto en rondas ajenas a exigirles un mate a desconocidos. Pero eso no es
todo, tengo todavía mucho que decir acerca del segundo testimonio:
Versión alternativa del segundo
testimonio: Recuerdo a la muchacha que da este testimonio, principalmente
porque no soy una persona abierta a relacionarme con los demás. Quizás allí radique
esa excentricidad de la que ella habla. No importa, realmente. La hube invitado
a beber unas copas y eso hicimos una noche de calor luego de haber acordado
punto de reunión y horario. Comenzamos a hablar de las parejas con las que
hubimos salido. Ella me dijo que nunca
tuvo novio (sí, como el tango). Le pregunté entonces si era virgen. Ella lo
afirmó y le señalé que ya estaba en edad de sumirse en la voluptuosidad y
abandonar los velos de castidad que cruelmente aprisionaban su naturaleza
libertina e insaciable. Pero he aquí una diferencia evidente entre ambos
relatos: no se lo dije con todo libidinoso y ella no se mostró ofendida por mi
comentario; de hecho, le saqué una sonrisa. Luego de haber bebido de nuestras
respectivas copas el elixir de la locura, la invité a ver una película en un
bar clandestino conocido. He aquí un segundo error: no fuimos a un cine
clandestino sino a un bar clandestino. En el bar estaban pasando Irreversible y yo le dije a la muchacha
que le haría lo que le hubieron hecho al personaje de Monica Belucci en la
famosa escena de la violación. Pero hay dos condicionantes: el primero es que
veníamos hablando de la profanación de su altar de Venus. El segundo es que no
fue antes que comenzara la película sino que fue poco después de haberse
iniciado la escena. Ella pidió ir al baño y nunca más volvió. Me masturbé mucho
esa noche.
Podemos contemplar que el relato
alternativo suena mucho más verídico que el anterior. Sin mencionar el
atractivo, puesto que más estético tampoco dudo que lo sea.
Ante la evidencia de dos “contratestimonios”
tan bellos y objetivos como los míos –pregunto-, ¿cómo podemos creer en esas
mujeres que sólo buscan difamarme a mí, fiel servidor, sin lugar a dudas por mi
honestidad para reconocer las necesidades fisiológicas que me aquejan? Sí, no
me avergüenzo de decirles a las mujeres que son hermosas y que quiero hacer
chanchadas con ellas. Lo que me molesta es que distorsionen las cosas y me
expongan como un degenerado más. Y lo peor de todo, ¡un “cerdo machista”! Exijo
una inmediata disculpa de vuestra parte y de todas las mujeres que han
testimoniado para difamarme de una manera maquiavélica con quién sabe qué
objetivo. Si queremos construir un diálogo fluido lo mejor es limar estas
asperezas. Por eso, reitero, exijo una disculpa de todos los que colaboraron
para ensuciar mi buena imagen ante la sociedad. Siempre a sus servicios,
Little Freud (antes
Alexei), opinólogo de la realidad.
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