13 jul 2011

Peor es poco y nada

Por Alejandro Grimson*
Juan Ranieri, Cómo huir discretamente del poder, 2008

¿Cómo hacer un balance de la gestión de Mauricio Macri? La mayoría de sus problemas tienen más que ver con lo que no hizo que con lo que hizo. Quienes lo votaron sin duda esperaban eficiencia en la gestión; quienes no, temían medidas drásticas de la derecha. Sin embargo, el gobierno realmente existente sorprendió a unos y otros básicamente porque hizo poco y nada. Lo cual no es neutro, es grave para los sectores más desplazados socialmente.


“Nadie ignora –decía Jorge Luis Borges- que el Sur empieza del otro lado de Rivadavia”, quien “atraviesa esa calle entra en un mundo más antiguo y más firme”. ¿Cómo interpretar este término “firme”? Quizás como lo contrario a “todo lo sólido se desvanece en el aire”, como lo estable, lo persistente. La división entre Norte y Sur en Rivadavia es el lenguaje geográfico que utilizan los porteños para hablar de la desigualdad social persistente en su ciudad. No sólo eso, también un relativo aislamiento del Sur en términos de espacio y transporte público. El Parque Indoamericano, cuando fue ocupado unos meses atrás, no tenía paralelo con el Rosedal. Más bien, era lo inverso.
Si se observa el mapa de las avenidas porteñas es fácil percibir que entre Pueyrredón y la General Paz ninguna avenida atraviesa de norte a sur la Ciudad. Es algo llamativo que da cuenta de la desconexión entre ambas partes de la sociedad porteña. Muchos creen que como sería ilusorio ir en bicicleta desde Pacífico hasta Lugano, al menos ahora existe el Metrobús. Pero caben dos comentarios. Primero, el Metrobús está construido desde Rivadavia hacia el Norte, lo cual muestra claramente que el Sur sigue postergado de una manera explícita. Si había poco dinero para hacer ese transporte, ¿por qué no comenzar por el sur de Rivadavia? La línea H del subte se inició de sur a norte, pero se inició antes de Macri. Segundo, el Metrobús es sólo un carril exclusivo con una gran puesta en escena. Compararlo con el Transmilenio de Bogotá (1) o con sistemas análogos en México DF es realmente un absurdo.
Este tipo de acciones genera dos hechos. El primero refiere a cómo se ha ido consolidando esa separación entre el norte y el sur, al punto de que las referencias geográficas se han ido perdiendo. Si usted le pregunta a un porteño ubicado en Plaza Italia dónde está el norte, señalará hacia Vicente López, recto por la Avenida Santa Fe, hacia Cabildo. El norte comienza a creer que habita al norte del propio norte, ha perdido su relación con el sur. El norte de Buenos Aires era “al norte” de Rivadavia. Pero hoy tenemos sectores sociales que despliegan sus vidas en torno a ciertas avenidas, entre Libertador y Corrientes o Rivadavia, que raramente atraviesan.
El otro hecho deriva del método político de “puesta en escena” que da cuenta de falta de honestidad política. Playas fraguadas con sombrillas amarillas mientras quedaba abandonado el Indoamericano, marketing de las bicisendas cool, ubicadas a veces en sitios desopilantes por no consultar a los vecinoso no conocer los barrios, veredas ensanchadas con un nuevo mobiliario urbano en Palermo Soho y Hollywood mientras las mismas calles de tierra atraviesan las villas en las cales se subejecuta el presupuesto de vivienda. Cuando alguna vez el periodista Ernesto Tenembaum le preguntó a Mauricio Macri por qué embellecer Palermo con los problemas de desigualdad en la Ciudad, el jefe de Gobierno explicó que debe atender a todos los “contribuyentes”. ¿Y qué sucede con los ciudadanos que son vecinos de aquella niña de tez oscura que Macri tomó de la mano para dar un discurso político?
En el plano de la cultura, si bien no ha podido dañar a los grandes festivales ya consolidados de la Ciudad, en algunos casos ha reducido sus presupuestos. El Teatro Colón fue refaccionado, pero atraviesa serios problemas. El Teatro San Martín ha perdido el peso de otras épocas, relegamiento que se disimula por las notables  iniciativas privadas que sigen floreciendo en la Ciudad. No hay en absoluto un Estado activo promoviendo las capacidades impresionantes de Buenos Aires en producción editorial, artística, literaria, científica o en otras áreas. Las declaraciones ante el fallecimiento de un escritor o las distinciones como ciudadano ilustre son otras puestas en escena que no reemplazan el apoyo real a los jóvenes creadores.

Democracia ausente

Un mecanismo nuevo permitía generar financiamientos privados para apoyo a los creadores. La Ley de Mecenazgo, aprobada en 2006 y puesta en funcionamiento en 2008, permite a cualquier particular o empresa que pague ingresos brutos en la Ciudad, destinar un porcentaje de sus aportes anuales a un proyecto cultural. Esto le resulta al contribuyente totalmente gratis. En un análisis de su puesta en funcionamiento, la escritora y periodista Florencia Abbate mostró que de los 174 proyectos aprobados en su momento, menos del 10% habían logrado reunir los fondos que les estipulan como mínimo para empezar a funcionar (deben reunir el 80% del total solicitado) (2). Además, algunos de los beneficiarios eran instituciones públicas, utilizando este mecanismo para tapar ciertos huecos en la financiación del Estado, desvirtuando por completo el impulso democratizador de la Ley de Mecenazgo. Hubo denuncias de que los proyectos aprobados por el Consejo no fueron incluidos por el Ministerio de Cultura. Por último, esa área del gobierno habría incumplido el artículo 4º de la Ley, que exige hacer público el listado de contribuyentes que hayan manifestado su voluntad de aportar. Esto es ineficiencia, incumplimiento y falta de transparencia.
Las mismas características se aplican a los medios de comunicación públicos de la Ciudad que han sido completamente relegados, impidiendo un acceso ciudadano, participativo, que democratizara la comunicación.
Las desigualdades entre el norte y el sur se aplican de modo impresionante en la distribución espacial de las instituciones culturales. Si se observa la localización real en la Ciudad de Buenos Aires de bibliotecas especializadas, librerías, salas de cine, sellos musicales o editoriales se percibe de inmediato lo siguiente: una hiperconcentración en el centro que produce un “efecto derrame” hacia Palermo, Balvanera, Almagro y Caballito. Ese “derrame” es notablemente mayor al norte de Rivadavia y se sostiene hasta Núñez. Al sur de Rivadavia es casi nulo, salvo en Caballito y Flores, y directamente inexistente en Lugano, Soldati, Mataderos, Liniers, Pompeya. La noción de “derrame” es obviamente una ironía y, en realidad, analizándolo desde una perspectiva barrial lo que se encuentra es una profunda desigualdad en la oferta cultural.
El contraste más fuerte se produce con la adecuada distribución de las bibliotecas populares. Llamativamente, no puede decirse lo mismo de los museos que reproducen el modelo de concentración en el centro y en el norte. Es interesante mencionar que, junto a las bibliotecas populares, aquello que se encuentra más democráticamente distribuido son los clubes de barrio que hay en toda la Ciudad, con fuerte presencia en el sur y en el oeste. Es decir, un tipo de organización específico de la sociedad civil se encuentra más equitativamente distribuido que aquello dispuesto por el Estado (3).
Así, puede señalarse una tensión en la distribución espacial de instituciones y organizaciones culturales, donde intervienen el Estado, el mercado y la sociedad. Básicamente, el mercado tiende a concentrar en las zonas de mayor consumo, reproduciendo desigualdades sociales estructurales y, por lo tanto, incrementándolas. No hay indicadores de que el Estado haya podido o sabido intervenir para corregir drásticamente estas desigualdades. Más bien, en cuestiones que le son propias, como la mayoría de los museos, pareciera orientado a reproducirlas. Sólo en la cantidad de escuelas parece haber una distribución equitativa. Sin embargo, hasta ahora es la sociedad civil la que con clubes y bibliotecas populares ha distribuido más equitativamente las instituciones. Sin el apoyo del Estado, la sociedad civil tiene escasas chances de superar las barreras lógicas de la lógica puramente mercantil.

Favorecer lo público

¿Qué hacer? En una reunión organizada junto con José Nun a mediados de junio, investigadores de distintas universidades públicas realizaron propuestas de “políticas culturales para una mayor igualdad”. Hay experiencias sumamente interesantes en ciudades latinoamericanas como Bogotá, Montevideo, Río de Janeiro y Medellín, entre otras, que muestran que es factible reducir la violencia social, ampliar el acceso a derechos y mejorar la convivencia ciudadana produciendo una intersección entre promoción del espacio público y políticas culturales. La inversión pública debe estar orientada por indicadores de desarrollo humano y debe concentrarse en las zonas más postergadas. El Estado debe hacerse presente en barrios pobres y villas, pero no con la policía, sino con libros, computadoras, bibliotecas, fiscalías que faciliten denuncias, microcines, teatros, polideportivos, zonas de encuentro y esparcimiento.
Esa presencia cultural del Estado debe favorecer lo público para que los habitantes y organizaciones de esos barrios puedan, accediendo a sus derechos, construir diversas formas de expresión y decidir comunitariamente  sobre sus propios territorios. Para que eso sea factible debe estar articulado con una nueva política de transporte público, que licúe las fronteras duras de barrios marginados, que permita un acceso pleno al conjunto de la Ciudad, así como con una política de construcción de viviendas e infraestructura. Si eso se concreta, la Rivadavia señalada por Borges como frontera urbana será una adecuada descripción de un pasado de desigualdad, pero dejará de marcar las injusticias contemporáneas de Buenos Aires.

(2) Florencia Abatte, "La Ley de Mecenazgo porteña", Crítica, Buenos Aires, 19-4-10
(3) Véase el Sistema de Información Cultural de la Argentina: http://sinca.cultura.gov.ar

* Doctor en Antropología. Investigador del Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad de San Martín (IDAES-UNSAM). Es autor, entre otros, de Los límites de la cultura, Siglo XXI, Buenos Aires, 2011.

Fuente: Grimson, Alejandro, "Peor es poco y nada", Le Monde Diplomatique, Buenos Aires, julio 2011.

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