31 jul 2011

¡Feliz cumpleaños, querido!

Esta foto la tomé con mi celular el último 24 de marzo

No, bancá, faltan unos días.
Bueno, no importa. Simplemente una falta de rigor. Otro día nos pondremos estrictos con las efemérides. Pero hoy no.
Soy de suponer que otros te rendirán un mejor homenaje en tu aniversario. No me extrañaría. Muchos te quieren y muchos te odian. No sos de la clase de persona que navega entre grises; nunca te mostraste en esa faceta. No te juzgo por ello. No juzgo al resto, pese a las apreciaciones personales mías. El amor o el odio son siempre injustificables. Son injustificables porque son sentimientos, surgen a flor de piel. No lo oculto en mi caso personal:
Yo te odio. Te odio por todo lo que significás. Sos el símbolo de la violencia, del terrorismo de Estado, del genocidio, del panoptismo de los kapos  y su “algo habrán hecho” como gran verdad y premisa válida, de las banderas homogéneas, de la persecución, de la venta del país, del hambre, del neoliberalismo… de tantas cosas. ¿Acaso te odio como persona tanto como por símbolo? Me cuesta imaginarte como el viejito piola que le da caramelos a los pibes del barrio. No sé, quizás lo hiciste alguna vez. Me cuesta pensarlo, recrear una escena en mi mente. Voy a intentarlo:
Vos estás en la puerta de tu casa leyendo el diario, la contratapa con Diógenes y el linyera, risotadas y los pibes de enfrente jugando a la pelota y saludándote, don Jorge Rafael. Vos levantás tu mano y cuando terminan de jugar se te acercan. A uno le revolvés el pelo y les das chupetines a todos. ¡Ridículo! ¡Quién te la va a creer si la contás! Lo único que hiciste por los pibes de barrio fue dejar a sus viejos sin laburo y tirarle abajo sus casas para hacer a la Ciudad más elegante en vísperas del Mundial ’78. Eso, como mal menor. Les pudiste haber matado a los viejos y en muchos casos lo hiciste y tapaste las huellas de sangre con el cemento de las plazas y las autopistas.
¡Gran distopía la tuya! El rey del castillo; mejor aun, el rey del Campito. ¿Saliste de cacería con la patota alguna vez o preferías ser el que acomodara los cráneos en la repisa del living? Te veo más por ese lado, no creo que seas de los tipos a los que les gusta ensuciarse. No sé, es una apreciación personal. Quizás sí lo seas y esto último no tenga sentido haberlo enunciado. En cualquier caso, ayudaste a crear una máquina perfecta de matanza. Apoteosis de la modernidad, un Estado terrorista y desaparecedor. Dodecafonismo puro y que me perdone Anton Webern. Gran máquina de la técnica y la racionalidad. ¿Cuánto nos costó haberla generado? 30.000 y monedas. Un vuelto, ¿no?
Pero ya no lo sos más. Ya no sos el rey del Campito. Con todo tu veneno, con tu miserable alma pútrida y asesina, ya no sos el rey del Campito. Sos el símbolo de una época, el paradigma del neoliberalismo en la Argentina: represión y libremercado, toda una gesta de héroes torturadores en grupos de tareas.
Me pregunté en un principio si odiaba al hombre o al símbolo. Imposible diferenciarlos. El hombre ha muerto o nunca existió. Sos un símbolo, sólo un símbolo. Por eso todavía aparecés con tu elegante disfraz de teniente general, salvador de la soberanía argentina. ¡Quién te ha visto te conoce! No tengo mucho más que decir, salvo esto:
Este año los cumplís en cana. Levanto la copa por vos.

2 comentarios:

Carla. dijo...

Excelentísimo blog. Lo dejaré en mis favoritos, para visitarlo cuando actualices... en serio! te felicito. Un gran trabajo. Saludos!

Little Freud dijo...

Muchísimas gracias, Carla. Aprecio cada una de tus palabras. Me alegra que te hayas pasado y te haya gustado el contenido que anduve publicando; es siempre lindo saber que hay quienes disfrutan de mi producción.
Te mando un afectuoso saludo -apretón de manos, abrazo, beso en la mejilla, lo que gustes- y espero verte seguido. Asimismo, te pido que lo pases al blog si querés, cosa de que se haga un poco más popular. Bueno, no mucho más...
Adios.