Aclaro que todo
lo que exponga a continuación es un rejunte de pensamientos un poco anárquico
en su estructura. No se sorprendan por la falta de coherencia.
"Pinky" y "Cacho" Fontana, dos exponentes de la televisión argentina |
“Encuentro la
televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra
habitación y leo un libro.”
Groucho
Marx
Me gustaría repetir una cosa
interesante que leí de Günther Anders, filósofo alemán y discípulo de Martin
Heidegger, quien escribió en la década del 80, en su trabajo Violencia, ¿sí o
no? (Una discusión necesaria) lo siguiente:
Después de la
gran victoria de los medios masivos de comunicación no existe más la
democracia. Lo sustancial de la democracia es poder tener una opinión propia y
al mismo tiempo poder expresarla. Por ejemplo, yo viví catorce años en Estados
Unidos y nunca pude expresar mi opinión. Desde que existen los medios masivos y
desde que la población del mundo se halla como exorcizada frente al televisor, se
la alimenta, a cucharadas, con opinión. La expresión “tener opinión propia” ya
no tiene sentido de realidad. Los alimentados forzosamente no poseen ya ninguna
chance de opinión propia. No, ya ni siquiera consumen opiniones ajenas. Se los
engorda con sistema. Y los gansos engordados a sistema no “consumen”. La
televisión es un engorde con sistema. Si democracia es aquello en lo cual se
puede expresar la propia opinión, entonces la democracia se ha convertido en
imposible a través de los medios masivos de comunicación, porque cuando no se
tiene algo como propio tampoco se lo puede expresar.
El ser humano
ya no puede llegar a la mayoría de edad. Más bien es un ser-siervo porque sólo
oye y oye lo que le llega por radio y televisión y aquí la relación permanece unilateral
porque no puede responder. Esa servidumbre es característica para la falta de
libertad que se ha construido a través de su propia técnica y que se revierte
sobre él. Con los medios masivos se ha creado la figura del “eremita masivo”.
Porque si bien se halla solo frente a su radio o televisor, recibe el mismo
“pienso” (en doble sentido) que los demás. No percibe que lo que él consume en
la soledad es el alimento de millones.
Gadafi
Me enteré que Muamar el Gadafi
fue asesinado por una turba enardecida. Esto pasó el 20 de octubre en Libia. No
veo la tele y me llegó la noticia por cosas que me dijeron. Sobre todos los
canales y a toda hora –según mis confiables fuentes- se expuso la imagen de un
hombre siendo golpeado hasta la muerte. ¿Con qué objetivo? ¿”Informar”? ¿Y cuál
es el límite detrás de ese negocio de la información? Ya trascendimos
–evidentemente- la delgada línea que marca el homicidio en público. ¿Por qué
nueva meta vamos ahora como orgulloso sistema que somos? ¿El homicidio en
estudio, con muchas cámaras, con más pirotecnia? ¿Cuándo fue que nos volvimos
locos y naturalizamos todo esto?
Es el negocio de la violencia. Un
negocio que mueve millones por minuto. La imagen de Gadafi, muerto,
desfigurado, ante una mirada estúpida de cotidianeidad es el reflejo de lo
mucho que los medios masivos de comunicación han penetrado en el tejido dela
gente. ¿Cómo es posible que se naturalice esto? ¿Cómo es posible que no haya un
repudio masivo? Sencillamente porque vende. Porque a la gente le gusta ese acto
morboso, escudándose en la consigna del merecido castigo al dictador. ¡Claro! ¡Gadafi
era el malo, el enemigo! ¡Se hizo justicia! Todo resulta una ficción, como esas
películas de héroes de guerra con Bruce Willis. ¿Pero es que acaso hace falta
disfrutar de un homicidio? Sí, si no se disfruta la película no tuvo el efecto
esperado. ¿Es de buen cristiano masturbarse frente a un televisor observando
pasivamente, sin poder hacer nada –sin querer hacer nada-, cómo es que linchan
a un pobre tipo –dictador o no, hijo de puta o no, a la hora de un linchamiento
es un pobre tipo-? No es de buen cristiano siquiera masturbarse. Quien esté libre de pecados, que tire la
primera piedra…
Feliz cumple atrasado
El 17 de octubre pasado se
cumplieron 60 años de televisión argentina. Quién sabe quizás el máximo negocio
de los medios masivos de comunicación. Tanto
sexo, droga, violencia… y pasividad de la audiencia, como dormida frente a la
televisión. ¿Acaso era eso lo que temía George Orwell? ¿La pasividad absoluta
frente al Gran Hermano –este comentario hubiera sido mucho más elocuente en
enero pasado-? Nos dicen qué pensar. Todos nos dicen qué pensar. Aquí no voy a
excusar a los discursos alternativos puesto que la contraparte de un discurso
hegemónico es otro discurso hegemónico. No nos queda otro punto de partida que el
absoluto escepticismo. Todo es ideología. La posición de la cámara, los
copetes, el recorte, todo. Terminamos creyendo que el asesinato de Gadafi es
justicia; que el asesinato de Bin Laden fue justicia; que los muertos en las Torres
Gemelas son más importantes que los muertos en Irak y que se pueden justificar
casi 8 años de ocupación, masacres, violaciones a los derechos humanos con sólo
un rumor de armas de destrucción masiva -¿se encontraron, al final-? ¿Y las
armas destrucción masiva en Israel? Pero no, ¡el sionismo es una cosa divina! ¡Son
buenos, ante todo! ¡Son aliados! Tienen bombas nucleares, al igual que Corea
del Norte, pero los coreanos son amenaza. Aquellos otros tienen a una nación
cautiva y Estados Unidos se niega a reconocer a Palestina como un Estado. Y todo
se naturaliza.
¿Pero qué es lo que nos
sorprende? Nada, y eso es lo más trágico.
La televisión nos convirtió un
poco en eso, ¿no? Un pequeño ganado que se arrea de aquí para allá, sin objetivos,
sin sentimientos más que los impuestos. Lo que hace el poder. Corrompe a los de
arriba y también a los de abajo. A los de arriba porque se regodean en él, a
los de abajo porque les impide pensar. Anders tenía razón, pero hasta cierto
punto: ¿Acaso no es posible usar el control y apagar la tele? ¿No hay poder de
decisión? ¿No ignora Anders que el Sistema engorda al ganado pero que, a la
vez, el ganado engorda al Sistema? ¿Y cómo escapar de ese círculo vicioso? Son
preguntas, creo yo, un poco más complejas que apagar la tele. El sistema se
mete por todos lados, a través de campañas gráficas, radio, aviones, diarios,
libros, internet. La televisión es un instrumento paradigmático, pero no el único.
Entonces, ¿Es acaso posible responderlas
desde dentro del Sistema?
No lo sé.
Leer -otra vez- aquélla frase de
Groucho Marx con la que comencé me hace sentirme un poco mejor. Si el Sistema
me engorda, más vale que sea con algo un poco más deleitable. Suena muy
pesimista, pero mi objetivo hoy no es dar esperanzas a nadie…
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