23 oct 2011

60 años de televisión argentina


Aclaro que todo lo que exponga a continuación es un rejunte de pensamientos un poco anárquico en su estructura. No se sorprendan por la falta de coherencia.
"Pinky" y "Cacho" Fontana, dos exponentes de la televisión argentina

“Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro.”
Groucho Marx

Me gustaría repetir una cosa interesante que leí de Günther Anders, filósofo alemán y discípulo de Martin Heidegger, quien escribió en la década del 80, en su trabajo Violencia, ¿sí o no? (Una discusión necesaria) lo siguiente:

Después de la gran victoria de los medios masivos de comunicación no existe más la democracia. Lo sustancial de la democracia es poder tener una opinión propia y al mismo tiempo poder expresarla. Por ejemplo, yo viví catorce años en Estados Unidos y nunca pude expresar mi opinión. Desde que existen los medios masivos y desde que la población del mundo se halla como exorcizada frente al televisor, se la alimenta, a cucharadas, con opinión. La expresión “tener opinión propia” ya no tiene sentido de realidad. Los alimentados forzosamente no poseen ya ninguna chance de opinión propia. No, ya ni siquiera consumen opiniones ajenas. Se los engorda con sistema. Y los gansos engordados a sistema no “consumen”. La televisión es un engorde con sistema. Si democracia es aquello en lo cual se puede expresar la propia opinión, entonces la democracia se ha convertido en imposible a través de los medios masivos de comunicación, porque cuando no se tiene algo como propio tampoco se lo puede expresar.
El ser humano ya no puede llegar a la mayoría de edad. Más bien es un ser-siervo porque sólo oye y oye lo que le llega por radio y televisión y aquí la relación permanece unilateral porque no puede responder. Esa servidumbre es característica para la falta de libertad que se ha construido a través de su propia técnica y que se revierte sobre él. Con los medios masivos se ha creado la figura del “eremita masivo”. Porque si bien se halla solo frente a su radio o televisor, recibe el mismo “pienso” (en doble sentido) que los demás. No percibe que lo que él consume en la soledad es el alimento de millones.

Gadafi

Me enteré que Muamar el Gadafi fue asesinado por una turba enardecida. Esto pasó el 20 de octubre en Libia. No veo la tele y me llegó la noticia por cosas que me dijeron. Sobre todos los canales y a toda hora –según mis confiables fuentes- se expuso la imagen de un hombre siendo golpeado hasta la muerte. ¿Con qué objetivo? ¿”Informar”? ¿Y cuál es el límite detrás de ese negocio de la información? Ya trascendimos –evidentemente- la delgada línea que marca el homicidio en público. ¿Por qué nueva meta vamos ahora como orgulloso sistema que somos? ¿El homicidio en estudio, con muchas cámaras, con más pirotecnia? ¿Cuándo fue que nos volvimos locos y naturalizamos todo esto?
Es el negocio de la violencia. Un negocio que mueve millones por minuto. La imagen de Gadafi, muerto, desfigurado, ante una mirada estúpida de cotidianeidad es el reflejo de lo mucho que los medios masivos de comunicación han penetrado en el tejido dela gente. ¿Cómo es posible que se naturalice esto? ¿Cómo es posible que no haya un repudio masivo? Sencillamente porque vende. Porque a la gente le gusta ese acto morboso, escudándose en la consigna del merecido castigo al dictador. ¡Claro! ¡Gadafi era el malo, el enemigo! ¡Se hizo justicia! Todo resulta una ficción, como esas películas de héroes de guerra con Bruce Willis. ¿Pero es que acaso hace falta disfrutar de un homicidio? Sí, si no se disfruta la película no tuvo el efecto esperado. ¿Es de buen cristiano masturbarse frente a un televisor observando pasivamente, sin poder hacer nada –sin querer hacer nada-, cómo es que linchan a un pobre tipo –dictador o no, hijo de puta o no, a la hora de un linchamiento es un pobre tipo-? No es de buen cristiano siquiera masturbarse. Quien esté libre de pecados, que tire la primera piedra…

Feliz cumple atrasado

El 17 de octubre pasado se cumplieron 60 años de televisión argentina. Quién sabe quizás el máximo negocio de los  medios masivos de comunicación. Tanto sexo, droga, violencia… y pasividad de la audiencia, como dormida frente a la televisión. ¿Acaso era eso lo que temía George Orwell? ¿La pasividad absoluta frente al Gran Hermano –este comentario hubiera sido mucho más elocuente en enero pasado-? Nos dicen qué pensar. Todos nos dicen qué pensar. Aquí no voy a excusar a los discursos alternativos puesto que la contraparte de un discurso hegemónico es otro discurso hegemónico. No nos queda otro punto de partida que el absoluto escepticismo. Todo es ideología. La posición de la cámara, los copetes, el recorte, todo. Terminamos creyendo que el asesinato de Gadafi es justicia; que el asesinato de Bin Laden fue justicia; que los muertos en las Torres Gemelas son más importantes que los muertos en Irak y que se pueden justificar casi 8 años de ocupación, masacres, violaciones a los derechos humanos con sólo un rumor de armas de destrucción masiva -¿se encontraron, al final-? ¿Y las armas destrucción masiva en Israel? Pero no, ¡el sionismo es una cosa divina! ¡Son buenos, ante todo! ¡Son aliados! Tienen bombas nucleares, al igual que Corea del Norte, pero los coreanos son amenaza. Aquellos otros tienen a una nación cautiva y Estados Unidos se niega a reconocer a Palestina como un Estado. Y todo se naturaliza.
¿Pero qué es lo que nos sorprende? Nada, y eso es lo más trágico.
La televisión nos convirtió un poco en eso, ¿no? Un pequeño ganado que se arrea de aquí para allá, sin objetivos, sin sentimientos más que los impuestos. Lo que hace el poder. Corrompe a los de arriba y también a los de abajo. A los de arriba porque se regodean en él, a los de abajo porque les impide pensar. Anders tenía razón, pero hasta cierto punto: ¿Acaso no es posible usar el control y apagar la tele? ¿No hay poder de decisión? ¿No ignora Anders que el Sistema engorda al ganado pero que, a la vez, el ganado engorda al Sistema? ¿Y cómo escapar de ese círculo vicioso? Son preguntas, creo yo, un poco más complejas que apagar la tele. El sistema se mete por todos lados, a través de campañas gráficas, radio, aviones, diarios, libros, internet. La televisión es un instrumento paradigmático, pero no el único. Entonces,  ¿Es acaso posible responderlas desde dentro del Sistema?
No lo sé.

Leer -otra vez- aquélla frase de Groucho Marx con la que comencé me hace sentirme un poco mejor. Si el Sistema me engorda, más vale que sea con algo un poco más deleitable. Suena muy pesimista, pero mi objetivo hoy no es dar esperanzas a nadie…

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