Estimado doctrinario del Psicoanálisis:
No me sorprende la virulencia del
ataque emitido a las mujeres de la Agrupación Grigori Zinóviev y al resto del
género femenino que se presenta en
la carta que envió el día 14/11/11 en
calidad de defensa de
la denuncia que nosotras, desde nuestro espacio político, le hubimos presentado anteriormente. Vergüenza ajena sentimos nosotras en
muchos aspectos: por un lado, por que usted acepta que ha perpetrado el acoso
sexual y, al hacerlo, la legitimación de las relaciones de dominación-machista-burguesa
que continúan reproduciéndose en el espacio de sociabilidad pública y privada. Por
otro lado, vergüenza ajena sentimos porque usted se autojustifica con aires de
triunfalismo valiéndose de dicha tradición cultural que nosotras, desde el trotskismo
vanguardista de izquierda feminista, buscamos que deje de ser herramienta
social de legitimación de las prácticas de dominación. En un tercer aspecto,
sentimos una profunda pena por usted (no debería sorprenderle esto ultimo dado
que, considerando los estereotipos que ha estado utilizando para accionar como
comunicador, de seguro afirma que la mujer es virtuosa, santa, abnegada,
sumisa, extremadamente pasional, ausente de razón; en definitiva, tiernamente
estúpida) porque se considera inimputable por sus declaraciones. Podríamos
preguntarle, señor psicoanalista, si es que esa inimputabilidad de la que usted
se vale no podría encuadrarse dentro de una categoría patológica pero sabemos
su respuesta: usted nos considera a nosotras, al igual que a todo aquel que
posee una ideología de izquierda, como sujetos patológicos, degenerados que no
gozan de la preparación biológica o consciente para vivir en una sociedad
sumida al completo quietismo y la explotación de los subalternos. Ese quietismo
que usted, señor psicoanalista, celebra, no es otra cosa que la perpetuación de
las relaciones de dominación del género masculino, de la clase empresaria, de la
política democrática burguesa que enmascara tras el anonimato del voto a una
dictadura burguesa que expulsa a contingentes de lúmpenes hacia la extracción
de su plusvalía. Usted, señor psicoanalista, no debería de sorprenderse por
nuestro rechazo hacia su figura y todo lo que usted representa. Nosotras, para
usted y para todos los que legitiman esta forma de vivir la política, somos las
enfermas, las patológicas, las degeneradas. Pero sabemos bien que es esta
sociedad, que festeja a monstruos como usted, la que está enferma y nosotros,
la izquierda revolucionaria de vanguardia trotskista vanguardista (¡LA VERDADERA
IZQUIERDA!), somos la cura. Usted no lo considera así, y lo vemos claramente en
la foto vuestra, donde deja en claro que piensa más con su entrepierna que consu cerebro; “¿mujeres haciendo política? [Debe pensar] ¡ABSURDO INVENTO DEL
SIGLO XX!” No nos extraña, usted es un machista burgués y por personas así,
repetimos, hoy en día continúan muriendo mujeres a lo largo y ancho del globo. ¿Por
qué? Porque no pueden vivir ustedes, los hombres, a sabiendas de su castración
fálica (usted, señor psicoanalista, debe de estar muy familiarizado con ese
término), a sabiendas que la mujer del siglo XXI no está dispuesta a agachar la
cabeza en señal de obediencia. No pueden vivir sabiendo que ya no estamos
dispuestas a arrodillarnos frente a ustedes y vivir con la única aspiración de
ser madres. La mujer está cansada de la opresión del género dominante, está
cansada de la vida en la esfera privada, está harta del acoso sexual ofrecido a
causa de los atributos que le otorgó la naturaleza. No podemos tolerar que un
hombre que se cree inteligente, que “se pasa de vivo”, venga a repetir las
mismas acciones que nos conducen hacia la tradicional dominación del macho. ¿Sabe
lo que pensamos de usted? Que no es otra cosa más que un asqueroso burgués
machista y asustado, que espera agazapado y no puede concebir en su chatura
intelectual que las mujeres y demás oprimidos estén levantando la voz y
exigiendo sus legítimas reivindicaciones. Usted no puede, en su pequeña
vecindad estructural, reconocer que los tiempos han cambiado y la violencia con
la que ustedes, hombres burgueses, han satisfecho su plena coacción y coerción
hasta los límites de la voluntad, están cambiando para mejor. Pero debe
acostumbrarse, señor psicoanalista, a esto. Debe acostumbrarse a la igualdad. Debe
acostumbrarse a que podamos expresarnos en franco diálogo y en el mismo
pedestal que debe ser la llanura. Seamos, de una vez por todas, iguales. Usted no
lo desea así y no nos extraña; nunca es fácil para el que tiene poder y
legitimidad social entregarse a la igualdad, pero si no se da ese primer paso,
todo será en vano. Lo invito a reflexionar (aunque imagino que no lo hará) y me
despido cordialmente. Siempre suya,
Bertha Pappenheim
Agrupación Grigori
Zinóviev